Y de repente te sentís como se debe sentir un barrabrava después de defender la bandera o armar bondi y bancar la parada o prender fuego una camiseta. Los músculos se ablandan y la cabeza te titila.
Siesta. Hacés una siesta de tres horas y te despertás más cansado. Comés, te sentás en el piso al lado del inodoro para vomitar, y no vomitás, te desvestís, no atendés el teléfono. Llamás a tu mamá. Llorás.
-"Gripe"- te dice el médico (para mí veterinario) que tardó ¡7 horas! en llegar a tu casa. ¿Y qué te receta?: Ibuprofeno 600, la pastilla que tiene el componente escencial llamado despuésdeestoestoyjoya.
Y a partir de ahí empieza el proceso de pérdida de dignidad. Ésto es: el pelo se endurece, la ropa que usás toma olor a viejo/guardado/sulfatado/vintage/lo heredé, la piel se pone amarilla y el termómetro ocupa el lugar del celular.
Estás egripado. Estás transitando la enfermedad del boludo, para mí. ¿Y por qué?: porque no te engripás viendo Intrusos, te engripás si salís desabrigado porque ya no dá salir con campera, volvés de madrugada ¡caminando! o fumás en una terraza con 18º.
Por suerte, después de dos días con 39º de fiebre, las cosas se ven más claras, inclusive mejores.
Las primeras 24 horas sin fiebre ves tu vida como esos cuadros chinos electrónicos de paisajes con cascadas.
Las primeras 24 horas sin fiebre te dan ganas de volver a trabajar, de meterte en Facebook para ver las vidas lindas que tienen los demás que no se parecen a la tuya, para juntarte con tus amigos a hacer el balance del ano y fantasear con la idea de irte a vivir a otro país donde siempre haga frío y pensás en que todavía sos monotributista pero no pagás tanto al fin y al cabo y eso... y eso, ojo, dura otras 24 horas. Y después todo es normal como fue siempre, hasta la próxima gripe.