jueves, 30 de junio de 2011

¡Hasta sacarme los anteojos me da frío!

   Aunque Buenos Aires se parece cada vez más a Brasil, no por la futura posibilidad de ser una potencia mundial, claro está, sino por la tropicalidad del clima, tenemos, todavía, como ese "no se qué" que nos acerca al viejo continente. Ese "no se qué" no es la arquitectura, ni la comida, ni la descendencia, ni Palermo, ni el Patio Bullrich ¡es el frío! que, sin la magia de los copitos de nieve, nos hace imposible el libre deambular por la tan querida CABA con cara de dignidad.
   Siempre, desde que veía Amogovios, todas las mananas de invierno había escarcha el los charquitos. Medibachas térmicas, soquetes encima, musculosa también térmica, remera de mangas largas, buzo polar, campera inflada, gorro y guantes. Todo eso incluía el combo invernal.
   Ya en mi temprana adolescencia la escarcha disminuyó, nada de nada, ¡ni siquiera una finitísima capita! Y me descubrí hablando como una persona mayor a medida que se iba uno y llegaba el otro... "Qué? ¡Frío era el de antes!". Todo llega... lo tropical, lo importado, lo imitado, la luz y el gas.
    Esos inviernos duraban lo que dura el invierno. Llegaban el 21 de junio y se iban cuando se tenían que ir (y se llevaba las liquidaciones). Ahora llega (solo dos semanas antes que las liquidaciones), pero se queda menos tiempo, es más inconstante y menos polar.
   Igual, aunque se quede lo que se quede, cuando está, ¡hasta sacarme los anteojos me da frío! y lo odio tanto como se odia a alguien que hace ruido para tragar.
   El invierno... el que te deja comer todas las mini porciones de torta que quieras, total con un buen sweater, nadie se da cuenta del anchor de tus brazos. Ese, que te susurra "hoy quedate adentro, total no va a ir nadie", el que te ayuda a parecer menos latina en las fotos ("¡es tan blanca que pensé que era danesa!"). El invierno...
   Levantemos las tazas de café, de té, los mates, las tazas de submarinos, y dejemos las tostadas de lado para darle la bienvenida a las medialunas calentitas. Aprendamos a vivir con él y como él. Después de todo, nos ayuda con noches largas y grandes excusas para interminables descorches.Así, pues sí.

martes, 28 de junio de 2011

Con boniato y todo

   Un auténtico guiso de lentejas, de los que tienen panceta y boniato. Eso es valor agregado a un día de invierno.
   Y si tiene carne, mejor, mucho  mejor. Y si hay un buen vino tinto (up $25.- ni te cuento!). El pan: francés recién hecho, ese que se enfría mientras se pone en la mesa, ¡Oh sagrado ritual calórico!. Todo cierra. 
(DATO: Escena: INTERIOR Domingo - DÍA)
   La olla está al fuego varias horas ("ese es el gran secreto", dice mi abuela) a merced de todos los que pasamos cerca y levantamos la tapa, ansiosos por poder mojar uno de esos pancitos en el guiso e, inevitablemente, quemarnos el paladar, ¡autoflagelo!.
   La previa:
   El antipasto (los que tenemos abuelos italianos, entendemos bien) que consta de:
- Aceitunas verdes, de las más grandes que se puedan encontrar
- Más pan, claro
- Queso Mar del Plata o freso, o el que sea
- Jamón crudo (algunas fetas por las cuales se generan peleas tremendas y saltan a la luz los más grande egoísmos)
- La primera botella de vino
   El guiso de lentejas se come en plato sopero, despacio, se saborea, se disfruta (principalmente porque sino te cae como una docena de ladrillos), sobretodo por el boniato (aclaro: que pertenece a la familia de las convulvuláceas, o sea la tan prestigiosa y difícil de pelar, batata) que le da ese sabor agridulce.
   Contraindicaciones:
- Si el guiso se ingiere de manera rápida, perderemos automáticamente la sensibilidad, desde los labios hasta el intestino delgado y el grueso también, simplemente ¡porque se sirve requete caliente y se lo espera taaanto que genera ansiedades descontroladas!. Asique, ojo.
   Conclusión:   
   Todos le tenemos que dar una oportunidad a los guisos que se nos presenten. Y así, solo así, sabremos elegir EL PREFERIDO, ese guiso que recordamos para siempre, el que revivimos en anécdotas, el que guardamos en el freezer.
   Lo caliente del invierno, es, definitivamente, un buen guiso de lentejas. Y para que todos y todas tengamos el mismo derecho a ser independientes (enrollen las banderas, no las bajen), les paso seguidamente y en escasos pasos, la fórmula del calor invernal.
   Que lo disfruten.

lunes, 27 de junio de 2011

Vaya soundtracks!

   Bernard Herrmann fue uno de los más grandes compositores de scores para cine fantástico y de acción. Compuso para Hitchcock (8 películas, entre ellas Vértigo y El hombre equivocado), Orson Welles (Citizen Kane), Truffaut, De Palma y Scorsese (Taxi Driver).
   En su centenario, la sala Lugones hace lo suyo y lo homenajea exhibiendo una veintena de films.
   Desde hoy y hasta el miércoles 13 de julio, en la sala Lugones. Av. Corrientes 1530.

http://www.teatrosanmartin.com.ar/

domingo, 26 de junio de 2011

Y yo también estaba (tan) verde

    Es la sensación de salir a la sperficie desde una enorme plataforma, desde el medio y hacia arriba, bien arriba. Y las voces que se escuchan se unen en los más fluorescentes de los sonidos: la ovación.
   Backstage: botellas de agua, de cerveza, de ron, de vodka, de vino, abiertas. Una mesa redonde de madera de mala calidad, patas inestables, marcas de quemaduras y rayas de cutter. Hojas en las paredes con flechas indicativas (STAGE), gente identificada con grandes rectángulos plastificados que cuelgan de sus cuellos. Murmullo. Gritos. Murmullo. Indicaciones, contraindicaciones, dudas y muy poco tiempo.
   Pre calentamiento de gargantas y de alma. Papeles para el cerebro. Camperas de cuero, conversaciones sin sentido. Chicas, muchas chicas...
   Y en un acto parecido a cualquier otro acto que se haga en grupo, se camina en manada, riendo, asintiendo con la cabeza, aturdidos y extasiados.
   Y arriba (después de la plataforma que te eleva): la ficción, el no tiempo. Es el primer acorde que te lleva hasta ese lugar que, ahora sí, sabés que es real, porque te pertenece, porque sos el director de tu propia orquesta.
   Claro que todo ésto pasa, tal cual lo relato más arriba, en mi cabeza plantada en los 60´ llena de anhelos de groupie. En mi cabeza que sueña con estar sentada zapando (¡sin saber si quiera un acorde de Sui Generis!) con Hendrix y Ronnie Wood antes de un show en algún lugar que suene parecido a Woodstock.
   ¡Quiero mi campera de cuero gastada de rock y mi incoherencia de psicofármacos!
   Quiro para mí esa plataforma que se eleva y me muestra llena de luces a la gente que solo quiere que les diga que los amo, que sin ellos no soy nada, que volvemos a la Argentina antes de fin de año y que mi baterista es Charlie Watts.
   Basta. Ya no llego. Tengo casi 30 y vivo al fondo a la derecha. No me tocó.
   ¿Qué tuve en cambio?: ni un Cemento, un par de Obras, dos Atlantas, un River, un Vélez pop y varias salitas que prometían (ponele...).
   Y yo estaba ¡tan! verde, que deliraba con la idea de ¡poder haber sido parte! del ROLL que acompaña al ROCK, mientras ponía mi SONY a todo volumen (nunca suficiente) en el living de mi casa, en esos minutos que tardaba mi mamá en volver de los (recientemente instlados supermercados) chinos.
  

sábado, 25 de junio de 2011

Alo alo!!

   Andrew Loog Oldham recopiló los maravillosos sixties en 430 y algo de páginas en "Rolling Stoned", una edición medio pelo y un contenido de alto vuelo.
   El men inside de la primera ola que se queda hasta el final.
   "Yo no descubrí a los Stones, solo saqué lo peor de ellos" A.L.O.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-7111-2011-06-12.html

Por la fluorescencia

   Nací a principios de los 80´. Asomé la nariz a un mundo colorido y estridente que me ofrecía varias posibilidades ¡y yo solo quería divertirme!.
   No era consciente todavía de los estragos que generarían esos peinados pensados a partir de la disponibilidad de gel en los botiquines, ni de los jeans nevados y extremadamente altos... oh! cierres eternos... Pero eso, ni siquiera me pertenecía. Cuando todo eso pasaba, yo estaba aprendiendo a sentarme, asique no. Me tocaba lo peor, me tocaban LOS 90. Solo voy a decir ésto: usé teléfonos celulares con antena ¡fija y móvil!.
   No voy a hacer un revival de ninguna década, ni de esa ni de ésta ni de la de más allá. Solo voy a convidarlos con pequenas delicatessens.
   Bienvenidos, que lo disfruten.